sábado, 27 de enero de 2018

HOLOCAUSTO

De hecho, la esfera de los estudios
sobre el Holocausto está repleto de tonterías...
Norman Finkelstein

Dios tuvo un hijo en la tierra sin pecado,
pero nunca uno sin sufrimiento.
San Agustín

El único camino para salir del laberinto
del sufrimiento es el perdón.
John Green


Hoy, 27 de Enero de 2018 es el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto.

Resulta realmente notable como nuestra prensa local se ocupa de un acontecimiento ocurrido hace ya más de medio siglo largo en un lugar ubicado a más de 10.000 km de distancia, en una contienda en la cual la República Argentina no tuvo ni arte ni parte. Insisto: es realmente extraordinario constatar como ciertos acontecimientos resultan de pronto transportados al unísono por los medios masivos de difusión a los rincones más alejados del planeta. Como que no menos interesante es constatar cuales son los acontecimientos que los medios NO recuerdan o sólo lo hacen en forma esporádica y tímida, casi como pidiéndonos perdón por hacernos acordar de algo desagradable.


Sea como fuere, este año (también) tenemos un amplio abanico de artículos y editoriales para enterarnos de por qué tenemos que recordar el Holocausto.

Una aclaración: en todos los casos me refiero a la versión digital de los medios mencionados.

Empecemos, pues, por Infobae.  

Para comenzar a ilustrarnos podemos leer el artículo (sin firma): ¿Por qué se celebra el 27 de enero el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto? [1] Luego, Mario Eduardo Cohen nos relata: "Auschwitz, la pesadilla más oscura" [2] y Germán Padinger nos cuenta "La increíble historia del militar polaco que logró infiltrarse en Auschwitz para contarle al mundo lo que allí ocurría" [3]. Claudio Avruj – nuestro  Secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación – nos ofrece "Holocausto: un recuerdo permanente y federal" [4] mientras que el juez Daniel Rafecas colabora con "La Shoá: una historia para conmemorar a todas sus víctimas". [5] Finalmente, Alejandro Finocchiaro –  el Ministro de Educación de la Nación– propone "Reflexionar sobre el pasado para construir sociedades más diversas". [6]

La Nación aporta dos artículos. El de Ariel Gelblung – Representante del Centro Simon Wiesenthal para América Latina – Dos memorias sobre el Holocausto, [7] que fue publicado el viernes 26/01/2018, y uno sin firma en donde, al igual que en Infobae, se nos aclara "Por qué hoy se conmemora el Día en Memoria de las Víctimas del Holocausto". [8]

Clarín, por su parte, también aporta dos artículos. El de Agustín Romero: Recordación de la Shoá, política de Estado; [9] y el de Julián Schvindlerman: La recordación del Holocausto, frente a los discursos del odio. [10]


La oveja negra de este año es Perfil. Contrariamente a Enero del año pasado en que hubo al menos 4 artículos sobre el tema, este año parece ser que lo olvidaron. Me hice un paseo por todo el sitio de www.perfil.com y no encontré nada. Incluso hice una búsqueda por "site:" en Google... y nada. Me parece que alguien le va a pegar un regio tirón de orejas al amigo Jorge Fontevecchia.

Después de leerme todos estos artículos me puse a reflexionar un poco (sí; no se burlen; a veces lo hago) y pasaron por mi loca mente algunas preguntas.

El próximo 24 de Abril, ¿también habrá tantos artículos conmemorando el Día del Genocidio Armenio?

El 10 de Noviembre próximo, ¿Alguien se acordará de la masacre de Katyn?

El último sábado de Noviembre, ¿habrá muchos artículos recordando el Holodomor ucraniano?

En Rusia, desde el año 1991 el 30 de Octubre es oficialmente el día de las víctimas de la represión política. ¿El próximo 30 de Octubre habrá varios artículos en la prensa argentina conmemorando los millones que murieron en el Gulag soviético?

El 4 de Noviembre ¿alguien se acordará de la masacre que los soviéticos cometieron en Hungría para sofocar la rebelión de 1956?

En algún momento ¿alguien se acordará de los millones y millones de muertos que produjo "El Gran Salto Adelante" con la mortal hambruna subsiguiente y la "Revolución Cultural" en la China de Mao?

O quizás algún día la prensa internacional recordará masivamente a los millones de camboyanos asesinados por el régimen marxista de Pol Pot.

Quizás.

Perdónenme pero hay cosas que no entiendo.

El marxismo sigue siendo tolerado con respetuosa benevolencia como una especie de "buena idea que, desgraciadamente y por culpa de Stalin, salió mal". ¿Por qué esa tolerancia con una ideología que tiene sobre su conciencia por lo menos diez veces más ciudadanos propios muertos que cualquier otro régimen político del Siglo XX?

Pero sobre todo sigo sin entender algo que he preguntado ya cientos de veces: ¿Por qué matar sistemáticamente a personas por pertenecer a una etnia ha de ser más grave que matarlas igual de sistemáticamente por pertenecer a una clase social?

La Historia Universal registra la brutalidad con lamentable frecuencia. No es  arbitrario sospechar que, por desgracia, forma parte de una condición humana que se manifiesta bajo ciertas oportunidades o condiciones. No es exclusiva de nadie y el sufrimiento que produce tampoco es propiedad única, singular o sagrada de nadie. No hay privilegios en el sufrimiento.

Como dijo alguna vez Platón: "No puedes comparar a dos personas desdichadas y decir que la una es más feliz que la otra".

¡Ah! Y una última cosa antes que me olvide. Las imágenes que ilustran (es una manera de decir) la nota no son de Auschwitz ni de ningún campo de concentración alemán. La primera es la imagen de una serie de calaveras de las víctimas de Pol Pot en Camboya. [11]. La segunda es de la época del Holodomor (1932-1933) y muestra unos niños ucranianos famélicos. [12]

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NOTAS
(Todas las páginas indicadas fueron consultadas el 27/01/2018)
1)- https://www.infobae.com/historia/2018/01/27/por-que-se-celebra-el-27-de-enero-el-dia-internacional-de-las-victimas-del-holocausto/
2)- https://www.infobae.com/historia/2018/01/27/auschwitz-la-pesadilla-mas-oscura/
3)- https://www.infobae.com/america/mundo/2018/01/27/la-increible-historia-del-militar-polaco-que-logro-infiltrarse-en-auschwitz-para-contarle-al-mundo-lo-que-alli-ocurria/
4)- https://www.infobae.com/opinion/2018/01/27/holocausto-un-recuerdo-permanente-y-federal/
5)- https://www.infobae.com/opinion/2018/01/27/la-shoa-una-historia-para-conmemorar-a-todas-sus-victimas/
6)- https://www.infobae.com/opinion/2018/01/27/reflexionar-sobre-el-pasado-para-construir-sociedades-mas-diversas/
7)- http://www.lanacion.com.ar/2103889-dos-memorias-sobre-el-holocausto
8)- http://www.lanacion.com.ar/1979524-por-que-hoy-se-conmemora-el-dia-en-memoria-de-las-victimas-del-holocausto
9)- https://www.clarin.com/opinion/recordacion-shoa-politica_0_ryi6ZkuSz.html
10)- https://www.clarin.com/opinion/negacion-holocausto_0_SyLgc7BHG.html
11)- http://pasaporteymochila.com/el-genocidio-camboyano-la-peor-masacre-de-la-historia/
12)- http://ukrainianholodomor-idc4u.tumblr.com/





lunes, 22 de enero de 2018

EL OCASO DE LOS "ISMOS"

Debes enfrentar el pasado cara a cara...
No para ver lo que quieres ver
sino para ver lo que debes ver.
Haruki Murakami

La vida solo puede ser entendida hacia atrás;
pero tiene que ser vivida hacia adelante.
Søren Kierkegaard

El pasado es donde aprendiste la lección.
El futuro es donde tendrás que aplicar lo que aprendiste.
Lo que nos define no son los errores que cometemos
sino la forma en que los corregimos.
R.Wolchin

Uno de los mayores errores es arruinar el presente
aferrándose a un pasado que ya no tiene futuro.
Anónimo

La "convergencia" ideológica

Quien quiera comprender la política actual tiene que comenzar resignándose a tirar por la borda prácticamente la totalidad de lo relacionado con los diferentes "ismos" heredados del Siglo XX.

Más allá de sus atractivos emocionales, todos estos "ismos" ideológicos han ido quedando obsoletos desde que Zbigniew Brzezinski y Samuel Huntington desarrollaron, hacia 1962, su "teoría de la convergencia" en virtud de la cual el capitalismo y el comunismo "convergerían" para formar una nueva configuración ideológica.  Dos años más tarde, en 1964, Brzezinski vaticinó que, antes de finalizar el siglo XX, se produciría el colapso en la URSS. Veinticuatro años después, en 1988, confirmó su vaticinio anunciando el “próximo fallecimiento histórico del sistema comunista” y la posibilidad de un golpe de Estado en la URSS. Todo lo cual ocurrió al poco tiempo tal como fue anunciado. [1]

Al que observe con algo de detenimiento a la Rusia y a la China actuales no le puede quedar duda alguna acerca de la "convergencia" anunciada por Brzezinski. Y quien, además, recuerde los documentos y los ensayos publicados por la Trilateral Commission de la cual Brzezinski fue director fundador con el patrocinio de David Rockefeller, tendrá que admitir a fortiori que esta convergencia fue estratégicamente planificada y pulcramente ejecutada a lo largo de poco más de un cuarto de siglo.

Mikhail Gorbachev y David Rockefeller. Recepción de los
representantes de la Comisión Trilateral durante su visita a Rusia.

No deja de ser cierto que esta "convergencia" no resultó tan difícil de conseguir como creyeron y siguen creyendo los pueblos y los intelectuales que todavía hablan de "capitalismo" y de "comunismo". Es que nunca existió tanta diferencia entre ambos como lo quiso presentar un dogmatismo funcional a la Guerra Fría. Quienes durante muchos años insistimos en que ambos "ismos" no eran más que dos caras de una misma moneda acuñada por los alquimistas de la Revolución Francesa, fuimos acusados de conspiranoicos, fabuladores, propagadores de teorías absurdas y eternos fascistas recalcitrantes e irrecuperables.

Quizás es cierto que a veces – llevados por la pasión de la juventud y la abundancia de datos desordenados y hasta contradictorios – algunos exageraron la nota, pero lo cierto es que hasta el día de hoy no existe una explicación clara, concisa y creíble de cómo fue posible el colapso de la URSS; cómo fue que, de pronto, todo el Partido Comunista chino se volcó hacia un "social-capitalismo " y como es que un ex-agente del servicio exterior de la KGB como Putin gobierna hoy una Rusia que en algunos aspectos económicos es capitalista, en ciertos aspectos sociales sigue siendo socialista y en otros aspectos político-culturales ha vuelto a ser nacionalista, cristiano-ortodoxo e imperial.

Ya sería hora de admitirlo: nunca hubo demasiada diferencia entre tirios y troyanos. Hubo, eso sí, varias competencias para ver quién ocupaba más espacio sobre la superficie del planeta, algunas de ellas bastante sangrientas pero así y todo muy redituables para las industrias de lo que Eisenhower denominó como el "Complejo Industrial Militar". [2] Hasta que al fin, las cosas cambiaron, se llegó al límite tolerable y alguien por ahí dijo algo parecido a "¡Basta! ¡Muchachos, tendrán que dejar de pelearse porque esto, así, ya no le conviene a nadie!" Y se desplomó la URSS, la China comunista se convenció de que con una inyección de capitalismo podía crecer a tasas chinas y en América Latina se acabaron los golpes militares tolerados y hasta impulsados por el Departamento de Estado en nombre del "anticomunismo".

El mundo teóricamente bipolar de la Guerra Fría desapareció sin pena ni gloria en cosa de apenas una década. Algunos, optimistas, quisieron creer, o hacernos creer, que el Nuevo Orden actual es multipolar. No lo es. La idea del Nuevo Orden Mundial siempre fue que el producto de la "convergencia" tendría que ser unipolar, subordinado a un Poder Real ubicado por fuera y por encima de las estructuras políticas.

La cuestión fue que lograrlo no resultó ser tan fácil como al principio se creyó.

Por la época en que Brzezinski elaboraba su teoría de la convergencia y David Rockefeller impulsaba la Comisión Trilateral, la idea de la trilateralidad incluía esencialmente a los EE.UU. a Alemania y al Japón. Hoy, en un análisis superficial que es justamente lo que alimenta el mito de la multipolaridad, habría que hablar de una cuadriga formada por los EE.UU. , la Unión Europea, China y Rusia. Refinando tan solo un poco ese análisis obtendríamos otra vez a una tríada; la de los EE.UU., China y Rusia.  Y en esta troika cada uno de los participantes tiene, de hecho, una idea sustancialmente diferente acerca de cómo encarar los desafíos del Siglo XXI.

No es tan fácil lograr y mantener la hegemonía en un mundo globalizado en donde la tecnología impulsada por la codicia salta por sobre las fronteras y donde la comunicación y la información sobrevuela las naciones, empaquetada en una "nube" informática al alcance de, no ya cualquier PC sino incluso de cualquier teléfono celular. Un mundo en el cual el dominio del espacio donde están los satélites que recolectan, manejan y distribuyen esa información – y la entregan incluso a los misiles y a los drones encargados de las operaciones militares – poco a poco se está volviendo tanto o más importante que el establecimiento de las tradicionales bases militares fijas.

Mirar para adelante

Éste es el tipo de cosas que conviene tener presente cuando se habla de la política del Siglo XXI. Tratar de avanzar repitiendo los viejos dogmas ideológicos del Siglo XX – sean éstos cuales fueren – es una tarea condenada al fracaso. Todos los "ismos" del Siglo XX se han vuelto obsoletos porque el mundo para el cual fueron creados ya no existe más y nunca volverá a existir.

Una fábrica que en el Siglo XX funcionaba con 10.000 empleados hoy no solo funciona con 3.000 sino que produce casi el doble de lo que producía antes. El proletario del que hablaba Marx a mediados del Siglo XIX ya no existe más. Tratar de asimilarlo al empleado actual o, incluso, al operario especializado actual, es un intento fallido de torcer la realidad para no tener que tirar la ideología del clasismo dialéctico materialista a la basura.

La expectativa de vida que en 1970 y en la Argentina era del orden de los 66 años, hoy ya asciende a más de 76. Simultáneamente, mientras en nuestro país teníamos cosa de 24 millones de habitantes en 1970, hoy tenemos cerca de 44 millones. Gracias a la medicina y a otros factores concurrentes, tenemos cada vez más ancianos jubilados y proporcionalmente menos jóvenes en una población que crece –  algo lentamente pero crece – y no estamos haciendo prácticamente nada para ofrecerles trabajo a todos los nuevos habitantes que llegan.

Los teóricos monetaristas están siendo cada vez más obligados a revisar sus criterios. De los metales pasamos a los papeles respaldados por metales, de éstos a papeles respaldados por el prestigio del banco o por la capacidad productiva de un pueblo, luego a papeles respaldados por simples asientos contables y a papeles respaldados por otros papeles, para llegar finalmente a la virtualización completa de la moneda. Experimentos como el bitcoin están todavía en pañales pero en algún momento esos pañales pueden llegar a ser tan innecesarios como innecesarias se volvieron las largas colas frente al cajero en los bancos desde que existe algo tan práctico como el home-banking y la posibilidad de realizar pagos por simples transferencias de una cuenta a otra a través de cualquier PC o aparatejo con acceso a Internet.



En materia de educación, la necesidad de una drástica reorientación ya es absolutamente evidente dados los pésimos resultados obtenidos por docentes que todavía se resisten a abandonar la peregrina idea liberal de la infinita educabilidad del ser humano y están más preocupados por adoctrinar sociopolíticamente a los alumnos que a transmitirles el conocimiento que necesitan para desenvolverse con solvencia en el mundo real. Los fracasos estrepitosos de los actuales sistemas pedagógicos – que incluso en los mejores casos producen ignorantes ilustrados o bien especialistas no menos ignorantes de todo lo que está más allá del estrecho marco de su especialidad – obligarán a revisar los conceptos de igualdad, de cultura y de méritos. En algún momento no muy lejano los actuales "trabajadores de la educación" tendrán que reconocer que su misión es transmitir la mayor cantidad, amplitud y calidad posible de conocimiento. Un conocimiento del cual los docentes actuales mismos carecen casi por completo por lo que en el mejor de los casos lo suplantan, o bien por especializaciones puntuales que amputan todo lo que es verdadera cultura y capacidad de elaboración de criterios propios, o bien por ideologismos utópicos basados sobre fantasías obsoletas de inviabilidad demostrada.

Para dominar los problemas que se nos vienen encima – y los arriba apuntados representan solamente una parte de la punta del iceberg – nos servirán de muy poco las ideas liberales del Siglo XVIII que ganaron la batalla cultural del Siglo XIX y que se impusieron a sangre y fuego durante las dos Guerras Mundiales del Siglo XX. Sin embargo, y lamentablemente, tampoco servirán de mucho los "ismos" que combatieron contra esas ideologías derivadas del materialismo hedonista de los "filósofos" inspiradores de la Revolución Francesa. El mundo ha cambiado demasiado durante los últimos 80 o 90 años y cambiará muchísimo más en los próximos 50.

Discutir sobre si ese cambio será bueno o malo no tiene demasiado sentido más allá de lo interesante que pueda resultar como ejercicio intelectual. Y la discusión no tiene mucha utilidad porque lo esencial es que – sea positivo o negativo – el proceso presentará (ya presenta) problemas y dificultades muy diferentes a los que tuvieron que enfrentar los hombres del Siglo XX. Las ideologías que hoy todavía se discuten no sirven, no porque sean malas o ineficaces en sí mismas (aunque algunas lo son), sino porque las cuestiones que pretenden solucionar no son las mismas para las cuales esas ideologías fueron diseñadas.

No tiene ningún sentido insistir con las mismas viejas propuestas cuando los problemas a resolver ya son otros.

Algunos dicen que mirar para atrás es tener ojos en la nuca y que eso no sirve para nada. Hay una buena dosis de verdad en eso pero, en el fondo, no es tan así. Vivir mirando para atrás es la forma más segura de chocar fatalmente contra la realidad que está adelante, pero mirar el camino recorrido sirve para saber cómo hemos llegado hasta aquí.

Y, si el aquí y ahora no nos satisface, sepamos al menos cuales fueron los errores cometidos que nos condujeron a esta situación. Pero no olvidemos nunca que en el allá y en el mañana es donde se necesitan las soluciones.

Porque para ver nuestros errores y los valores que perdimos hay que mirar para atrás;  pero para construir una realidad mejor no hay más remedio que mirar para adelante.

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NOTAS
1)- Cfr. Zbigniew Brzezinski, El Gran Fracaso: El Nacimiento y la Muerte del Comunismo en el Siglo XX, Lasser Press, México, 1989.
2)- Discurso de Dwight Eisenhower, 17 de Enero 1961. Cf. http://avalon.law.yale.edu/20th_century/eisenhower001.asp y también en https://youtu.be/8y06NSBBRtY






sábado, 6 de enero de 2018

LA ILUSIÓN DEMOCRÁTICA

A medida en que la democracia se perfecciona,
el oficio de presidente representa cada vez más
estrechamente el alma íntima del pueblo.
Algún día grande y glorioso, la gente simple del país
alcanzará por fin el deseo de su corazón y
la Casa Blanca estará adornada
por un completo imbécil.
H.L. Mencken [1]

Una prosapia inventada

El término "democracia" significa – literalmente – gobierno del demos algo que, según la archirrepetida definición de Abraham Lincoln, debe entenderse como el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

Realmente muy atractivo y simpático.

Solo hay un pequeño problema: no es cierto.

El demos de los griegos – de quienes hemos heredado el término – nunca significó  "el pueblo" en el sentido que le otorgaron los filósofos y los políticos liberales más de 2.000 años después.

De hecho, la δημοκρατία (dēmokratía) [2] griega no tiene prácticamente nada que ver con nuestras democracias actuales. El mito de la ilustre prosapia griega de nuestra democracia no es más que una   licencia poética a la que se recurrió con la intención de endosarle un poco de rancia tradición a un sistema político que, en rigor de verdad, no tiene más de 250 años de vigencia efectiva. Y aun esto solo en algunos pocos países ya que, en la enorme mayoría de los casos, la implantación del régimen democrático es mucho más reciente.

Los personajes que nuestra democracia nos supo conseguir de 1983 a la fecha

El original griego

El personaje que, después de toda una serie de idas y venidas y de no pocos fracasos y cambios de partido para hacerse del poder, implantó la democracia en Grecia fue un señor llamado Clístenes. [3] Después de conseguirlo, hacia el 508AC decidió consolidar su posición reformando la reforma de Solón y, para ello, destruyó lo que había sido hasta ese momento el pilar de la organización social y política de los atenienses: la estirpe.

Hasta la reforma de Clístenes, la sociedad ateniense había estado organizada de acuerdo con lazos de sangre. La unidad política, social y económica de Atenas había sido la familia y los lazos familiares. La medida que Clístenes tomó fue la de suplantar, en lo político, esa organización tradicional por una organización de base territorial. A partir de su reforma, la representatividad política ya no estuvo basada en la pertenencia a un núcleo humano unido por lazos de sangre y una tradición común sino simplemente por el lugar de residencia. Trazó sobre el mapa de Atenas y sus alrededores algo prácticamente equivalente a lo que hoy serían las circunscripciones electorales y organizó todo el resto de las instituciones políticas alrededor de esta nueva forma de representatividad.

El corazón de toda esta complicada arquitectura política fue el demos. La palabra se traduce generalmente por "pueblo" pero, en realidad, significa simplemente “la población” y, por extensión, designa también el lugar en donde esas personas viven, es decir: el poblado, el barrio, el cantón, la comuna, el municipio.

Con nuestro léxico actual a la democracia griega original,  más que como "democracia" hoy la designaríamos como una especie de "barriocracia " o "distritocracia". El demos griego es más un municipio que un pueblo. Lo más similar que encontraríamos hoy por el mundo es el sistema cantonal suizo. Que de hecho, no es el gobierno de un pueblo sino el de tres que se han acostumbrado a convivir. Uno al lado del otro y sin entremezclarse demasiado.

La copia demoliberal

El modelo de la "dēmokratía" griega sufrió grandes modificaciones cuando, cosa de 2.300 años después,  tuvo que ser adaptado a las necesidades de las filosofías liberales y a las sociedades de masas. En este proceso, la democracia directa de los barrios, municipios o circunscripciones electorales griegas originales fue suplantada por democracias representativas cuya esencia consiste en que los ciudadanos con derecho a voto, deciden – libre y secretamente – quiénes serán los que ejercerán el poder en nombre de la comunidad. Un poder siempre limitado y regulado por un instrumento jurídico llamado Constitución, que puede ser un documento escrito, como sucede en la gran mayoría de los casos, o una convención basada en la costumbre y la tradición como es, por ejemplo, el caso de Inglaterra o Israel. Pero incluso más allá de sea cual fuere el mecanismo de la limitación al ejercicio del poder político, esta especie de "aristocracia electa" surgida de los comicios es – al menos en teoría – tan solo la depositaria temporal de un mandato otorgado por el pueblo que sería el verdadero poseedor de la soberanía.

Cuando se analiza este régimen político en profundidad no se tarda mucho en descubrir varias cuestiones básicas y elementales que plantean preguntas para las cuales no existe una explicación satisfactoria.  Quizás la primera de ellas sería: ¿realmente posee el pueblo – como tal, como conjunto estadístico masivo – la capacidad de ver y de comprender en su totalidad el funcionamiento de esa maquinaria increíblemente compleja e intrincada que la globalización ha construido a lo largo y a lo ancho de todo el planeta?

La pregunta se convierte en retórica apenas unos segundos después de planteada porque la respuesta más que obvia es: no. La mayoría electoral – sea ésta absoluta o relativa – no tiene ninguna posibilidad de comprender, la esencia de los múltiples problemas sociales y económicos con  sus previsibles consecuencias a mediano y largo plazo. Y, si no tiene posibilidades de entender realmente la raíz, la estructura y las consecuencias del problema ¿cómo demonios va a hacer este pobre pueblo soberano para decidir y elegir la mejor propuesta de solución que le presentarán quienes dicen que sí lo entienden? Sobre todo cuando, por añadidura, ni siquiera uno puede estar seguro de que los que se presentan como expertos en el tema realmente lo entienden. O, peor todavía, cuando los expertos que deberían resolver el problema en rigor de verdad no tienen ninguna intención de resolverlo porque el problema, por más daño que cause al querido y estimado pueblo soberano, es un negocio fenomenal para unos muy pocos muy interesados en dejar las cosas tal como están.

Así, en no pocos casos, el revelar el verdadero entramado y las causas reales de los problemas que afectan a la Aldea Global puede llegar a ser muy "políticamente incorrecto" y, por ende, no exento de riesgos para quien se atreva a hacerlo. En consecuencia, lo que el pueblo soberano acepta o rechaza con su voto no es algo referido a lo que podríamos llamar la "realidad real". El voto democrático decide entre opciones que no son más que un "relato", o sea: una construcción artificial pergeñada por las instancias que realmente ejercen el poder político, más allá de las instituciones oficiales, las máscaras legales y las promesas descaradamente demagógicas de los candidatos de las cuales todo el mundo con dos dedos de frente sabe que nadie las va a cumplir.

De modo que la cuestión de fondo es establecer los mecanismos mentales que impulsan y gobiernan la decisión del electorado con lo cual hemos arribado al tema de la psicología de las multitudes [4] que es una de las cuestiones más delicadas de las democracias de masas actuales.

La irracionalidad "popular"

La decisión de "pertenecer" a algún partido político, o "ser" de alguna ideología o tendencia – izquierda, derecha, liberalismo, marxismo, trotskismo, nacionalismo, tradicionalismo  más toda la pléyade de "ismos" y modas que existen en un largo etcétera – es algo que ocurre más en la esfera emocional-temperamental que en la esfera racional de las personas.  Esto sucede porque, ya sea por la adhesión o por el rechazo, la preferencia emocional se impone precisamente porque no requiere del complejo, largo y bastante tedioso proceso del análisis racional.

No es difícil detectar estos momentos de irracional emocionalidad en las votaciones masivas cuando éstas de pronto se apartan de lo esperado por los diseñadores de campañas. En los últimos tiempos, hemos sido testigos de varios procesos que no salieron en absoluto como racionalmente se esperaba. Uno de ellos sucedió el 23 de Junio de 2016 cuando, contra las expectativas más difundidas, el 51,8% de los ingleses votó por abandonar la Unión Europea. [5] La otra gran "sorpresa irracional" fue la elección norteamericana de noviembre del mismo año que, contra todos los pronósticos y todas las encuestas [6], le dio la presidencia a Donald Trump por sobre Hillary Clinton. Y estos dos ejemplos por cierto que no agotan el tema.

Lo cómico es que la mayoría de los sesudos intelectuales de la democracia interpreta estos casos de rebeliones emocionales como una falla de la democracia. Cuando se produce alguna de estas situaciones es bastante frecuente que los grandes analistas oficiales de repente recuerden y repitan hasta el hartazgo que también Hitler accedió al poder por la vía del voto democrático del pueblo alemán. Para los demócratas, el problema con esto es que así el famoso apotegma de "vox populi, vox Dei" pierde buena parte de su poder de convicción pues obliga a admitir – bien que a regañadientes – que, a pesar de todo, el pueblo, lamentablemente, a veces se equivoca; que el ciudadano puede votar mal por ignorancia y que siendo ignorante no es apto para el ejercicio de la "verdadera" democracia para la cual, como quería el inefable Domingo Faustino Sarmiento, primero habría que "educar al soberano".

El otro recurso al cual también suelen recurrir los analistas oficiales es el apelar a la comunicación. Según esta teoría, cuando prima la irracionalidad emotiva frente a la (al menos supuesta) racionalidad de una determinada propuesta, lo que sucedió no fue una equivocación del pueblo soberano sino un error de comunicación de parte de quienes presentaron la propuesta. De acuerdo con esta línea argumental no es que el estimado pueblo soberano no pudo entender la cuestión por su complejidad y por la multiplicidad de sus factores. No. Lo que sucedió fue que la propuesta estuvo "mal comunicada" y se prestó a un sinnúmero de confusiones y dudas. Con ello queda un poco a salvo lo del "vox populi, vox Dei" pero, en contrapartida, surge la pregunta de cómo explicarle el impacto de una deuda colocada a interés compuesto en dólares a alguien que en materia de aritmética apenas si domina las cuatro operaciones fundamentales y no tiene ni la más mínima noción acerca de cómo se establece internacionalmente el valor del dólar.  Es como si a alguien  le dieran diez minutos para explicarme – a mí, que soy una nulidad total en materia de química – la estructura molecular y la temperatura de transición vítrea de los polímeros.

Sea como fuere, el mensaje concreto es que en algunos casos no habría motivos para respetar demasiado el veredicto de las urnas. Lo cual, por supuesto, abre las puertas para que, de hecho, la democracia se convierta en la dictadura de los demócratas.

La dictadura democrática

La cuestión es que, si esto es así, no solamente tendremos que mandar de paseo el dogma de la infalibilidad del pueblo soberano sino también la teoría repetida ad nauseam que postula a la democracia como el mejor de todos los regímenes políticos inventados por el ser humano. Porque lo que en realidad ha sucedido en la cuna misma de la democracia liberal es exactamente lo que, ya hacia la primera mitad del Siglo XX, H.L. Mencken pronosticó mediante la cita que encabeza esta nota.

Si el resultado final de la democracia es una figura como George W. Bush, Barack Obama o Donald Trump – siendo este último una figura que ya los medios masivos del propio régimen ridiculizan, denuestan y caricaturizan (muy probablemente incluso más allá de lo que el tipo en verdad se merece) – entonces no hay forma de negar que hasta en la primera democracia del mundo la masa amorfa de votantes no es capaz de hacer una selección crítica entre las diferentes ofertas electorales y, desconfiando de lo que racionalmente no puede entender, termina votando por caprichosos impulsos emocionales y no por una serena y profunda reflexión racional que, de todos modos, es incapaz de realizar y que, aun si fuese capaz, no podría concretar porque el aparato de difusión masiva no solo le retacea información esencial sino que lo desinforma con cataratas de chismografía irrelevante.

Y no es que un análisis racional de los datos concretos y veraces hubiese llevado al electorado norteamericano a votar por Hillary Clinton en lugar de Donald Trump. En absoluto. Siendo que el voto no es obligatorio en los EE.UU. un análisis racional de la realidad objetiva hubiera hecho que los votantes se quedaran tranquilamente en su casa, sabiendo que ambas opciones eran igualmente nefastas, tanto para Norteamérica como para el mundo entero. O, quizás, más drásticamente todavía, ese análisis racional hubiera evitado que sujetos como la Clinton o Trump llegaran a ser candidatos en absoluto.

Y con esto se cierra el círculo de la ridiculez. Porque si el establishment mismo considera que Donald Trump es un payaso pero, simultáneamente, acusa de conspiranoicos o profetas del odio a todos los que se atreven a señalar que un sujeto así no puede ser el verdadero presidente de los EE.UU. y, puesto que a pesar de ello la política norteamericana a nivel mundial e interno no ha cambiado para nada en lo esencial desde que el denostado "payaso" es presidente, forzoso es reconocer que, detrás del "payaso" tiene que existir un Poder Real que hace funcionar al país tanto en lo interno como en lo internacional, sin importar quién es el payaso (o la payasa) que ocupa el Salón Oval de la Casa Blanca.

Nadie con un mínimo básico de experiencia política puede creer que un perfecto inútil como George W. Bush gobernó realmente a los EE.UU. así como hoy nadie puede tomar en serio a un Donald Trump que se pelea con Kim Jong-un para ver quién tiene el botón nuclear más grande. En su oportunidad, nadie con un mínimo de conocimiento de política internacional pudo creer que la decisión de invadir Iraq, con el pretexto de las (inexistentes) armas de destrucción masiva de Sadam Husein, fue una decisión personal de Bush. Como que también es más que evidente que la persistente e insistente campaña mundial orquestada para demonizar a Irán no es la consecuencia de la voluntad popular de pueblos cuya enorme mayoría no sabría ubicar a Teherán en el mapa.

El democrático cowboy matón y el autoritario patotero coreano
discuten sobre quién tiene el botón nuclear más grande.
De modo que, por un lado tenemos al pueblo que, como conjunto teóricamente soberano, no está en condiciones de tomar decisiones relacionadas con las enormemente complejas cuestiones sociales, políticas y económicas que plantea la realidad. O sea: por un lado hay una masa de electores que elige a sus representantes esencialmente por caprichosas filias o fobias, con lo que terminan detentando el poder formal monigotes, payasos o meros demagogos.  Por el otro lado, sin embargo, los países supuestamente gobernados por estos payasos de algún modo siguen su rumbo – a lo sumo con algunos altibajos fácilmente controlables. El resultado es que, en el mediano/largo plazo, muy pocas cosas se apartan de la estrategia globalizadora del Nuevo Orden Mundial, a pesar de la inocultable ineficacia o corrupción de los gobernantes y la no menos inocultable ignorancia de las masas que viven con la nariz pegada al televisor.

Para entender la situación real resulta forzoso admitir tres cosas:

1)- Las masas electorales ni tienen suficiente información para tomar decisiones racionalmente bien fundadas, ni tienen tampoco – estadísticamente hablando y como conjunto – la capacidad para analizar y comprender los complicados problemas que aquejan al mundo y a las naciones de una estructura globalizada. En consecuencia, elijen a sus representantes por filias o fobias irracionales –  ya sean personales o ideológicas  –  que no garantizan en absoluto ni la idoneidad ni mucho menos la honorabilidad de los representantes electos.

2)- A su vez, los políticos que teóricamente deberían regir nuestros destinos no los rigen en absoluto por la sencillísima razón de que no tienen suficiente poder para ello y, aun si lo tuvieran, serían demasiado ineptos como para ejercerlo.

3)- Si a pesar de ello la estrategia del Nuevo Orden mundial globalizado se va cumpliendo de un modo o de otro en todo el planeta, es obvio que detrás de las bambalinas del poder formal existe un Poder que se encarga de llevar adelante una planificación estratégica decidida por fuera del circuito institucional de los partidos políticos,  sus candidatos y las campañas electorales.

Admitámoslo: la democracia no es lo que parece. 

Es lo que no parece ser.

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NOTAS
1)- H.L. Mencken, On Politics: A Carnival of Buncombe
2)- Cf. Diccionario de la Real Academia Española:
3)- Cf. Denes Martos, Los Atenienses, pág. 78
4)- Cf. Gustave Le Bon, Psicología de las Masas, La Nueva Editorial Virtual, 2014
5)- Votos a favor del "Brexit": 17.410.742 - Votos a favor de permanecer: 16.577.342 -  Total de votos: 33.577.342 -  Participación: 72% Cf. http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-36484790
6)- Y tengo que ponerme el sayo porque me cabe ya que yo mismo me equivoqué en el pronóstico. Durante muchos años venía acertando quién sería el ganador de las elecciones norteamericanas averiguando simplemente quién había puesto más plata en la campaña. En el caso de Trump/Hillary me falló. La Clinton puso muchísimo más dinero en la campaña y gozó de un apoyo muchísimo mayor de parte del establishment norteamericano y, sin embargo, Trump con su estilo de matón yanqui y su pseudonacionalismo de "America First" ([Norte]América Primero) se ganó más simpatías que la políticamente correcta y aséptica Hillary Clinton.